El vínculo entre la Constitución argentina y Juan B. Alberdi es irrefutable. Por ello su actualidad: este doble centenario de Alberdi es el bicentenario de la misma Argentina. ¿Por ello será que es al único prócer que se lo recuerda en la fecha de su nacimiento en lugar de su muerte? Nació con la patria en 1810, y se nutrió con los sabores épicos de la Batalla de Tucumán en 1812, con el nacimiento de su provincia natal en 1814 y con el Congreso de Tucumán en 1816. El compromiso de su familia con la Revolución de Mayo dejó marcas indelebles en este hijo dilecto de la argentinidad.
A su generación -la primera nacida bajo el sol de Mayo- le cupo la tarea de integrar y organizar un Estado dentro de estos territorios australes donde se había derrumbado, con la pérdida de los recursos mineros del Alto Perú, con un centenario sistema productivo y que debía estructurar un nuevo paradigma social y económico. Por un lado, se coincidía como premisa en una Constitución como instrumento de articulación de un país sumido en la anarquía.
Pero, por otro lado -aquí aparece la singularidad de Alberdi que, como buen discípulo del historicismo romántico, rechazaba el racionalismo formalista de los rivadavianos-, no se tenía una confianza optimista en la sola potencia demiúrgica de la Ley. Imaginar un país de fantasía y pretender acomodarlo por la fuerza de la norma, era visto como el responsable de los fracasos institucionales.
El Derecho no puede ser reducido a la Ley, fue el hallazgo que marcó y deslumbró a Alberdi (Fragmento preliminar al Estudio del Derecho), y lo convirtió en el constitucionalista más importante del mundo latino del siglo XIX. ¿Cómo organizar un país desarticulado a través de una Ley Suprema en cuya potencia estructuradora no se confiaba? ¡Qué dilema! Sin duda, es evidente que fue resuelto exitosamente: una Constitución debe enraizar en la realidad a la que está destinada a regir. Una síntesis magnífica que permitió, a pesar de las vicisitudes del siglo XX, que la Constitución de 1853 sea la segunda vigente más antigua del mundo.
Sin embargo, todo esto pendía de responder a otro interrogante: ¿cómo era "esa realidad"? Aquí aparece nuevamente el acierto de la percepción de Alberdi que se llega a expresar en los grandes lineamientos insertos en la Constitución: integrar el país, institucionalizar el gobierno, establecer un mercado único, libertad de circulación, participación activa del Estado en la educación y en el desarrollo económico, modernizar y unificar la legislación de fondo. La energía dinamizadora vendría dada por la inmigración. Los resultados están a la vista y no necesitan ser probados por evidentes.
Nuevos desafíos
Todo esto dota da gran actualidad a la figura de Alberdi, porque evocarlo es recorrer la historia misma del país. Hoy recibimos como legado una democracia constitucional que nos plantea nuevos desafíos, no peores de los que hubo que resolver a mediados del siglo XIX.
La vigencia de Alberdi está dada por su capacidad de diagnosticar una realidad y de proponer la resolución de los problemas con una acertada visión del mundo que le tocó vivir en esa época, desafío que nos interpela en este tiempo.